Cada vez que estés a punto de señalar un defecto en otra persona, hazte la siguiente pregunta: ¿Qué defecto en mí se parece al que estoy a punto de criticar?
Escribo de la misma manera que se arreglan las flores. No todos los intentos funcionan, pero cada uno lanza otro. Cada restricción, incluso la más aburrida, libera un nuevo diseño.